Existen varios procedimientos adivinatorios dentro de la llamada Regla de Ocha o “Santería”, un culto afrocatólico de amplia difusión en Cuba. Su ejercicio sin embargo, no resulta indiscriminado sino que responde a una escala jerárquica muy bien definida entre los fieles de esta modalidad religiosa.
Así por ejemplo, el obí es el oráculo de que pueden valerse las iyalochas (sacerdotisas) y babalochas (sacerdotes) cuando desean consultar el futuro; bien sea su propio avatar o el de algún cliente.
El obí es, por así decirlo, el más universal de los procedimientos adivinatorios utilizados dentro de la Regla de Ocha.
El oriaté por otra parte, está autorizado para ejercer la adivinación a través del diloggún , un sistema que emplea caracoles generalmente de origen africano cercenados en su parte superior y que constituye una variante de adivinación -digamos, “más sofisticada”- reservada únicamente a aquellos babalochas que han alcanzado una cierta experiencia dentro de la práctica de la Regla Ocha.
El oriaté es por tanto, dentro de esta manifestación religiosa, “un santero mayor”; lo que le confiere el ejercicio no sólo del oráculo dialoggún, sino del obí además.
Por su parte, el medio más utilizado por los awoses o babalawos (“padre de los secretos” y dignidad hierática superior dentro de la Regla de Ocha) es el conocido por okpele o cadena de Ifá.
La cadena de Ifá consiste en ocho pedazos de corteza de nuez de coco insertados en una cadena.
Cada pedazo ofrece una cara cóncava y otra convexa, distanciados a intervalos iguales y engarzados de tal manera que pueden girar libremente al suspenderse la cadena.
En el acto de “registro” o consulta, el babalawo sostiene la cadena por su porción media antes de lanzarla sobre una estera de manera que los pedazos de coco caigan por su parte cóncava o convexa aleatoriamente. Según la disposición en que caigan éstos, así será el odu o signo del consultado.
Pero si bien el okpele constituye el oráculo más frecuentemente utilizado por los awoses, no es el único al que están autorizados según normas estrictas de la Regla de Ocha.
Otra forma de adivinación empleada es la del tablero de Ifá o upón Ifá, lo que requiere la presencia de varios babalawos en número nunca menor de tres.
Para proceder en esta forma, el babalawo toma rápidamente catorce o quince ikines o nueces de Ifá (frutos de la palma aceitera) de un conjunto de dieciséis que previamente sostuvo en la mano izquierda.
De acuerdo con el número de nueces que queden en esta mano, una o dos, se van marcando I ó II sobre una especie de pizarra conseguida a base de empolvar un tablero con polvo de cascarilla.
Según la combinación de marcas I ó II anotados en el tablero de derecha a izquierda luego de sucesivos pases, así será el signo del consultado.
Para el babalawo la utilización del obí es algo muy incidental, no así el uso del diloggún, al que no están autorizados a pesar de su alta posición jerárquica dentro de la Regla de Ocha.
Según la creencia todos estos oráculos o sistemas de adivinación han sido consagrados por Orula, Orúmila o Ifá, la deidad u Orisha que dentro del panteón yorubá posee el don de la adivinación.
“Todos son efectivos -opina Oshún Coladdé, una iyalocha de casi cincuenta años de práctica en el culto de la Regla de Ocha – la cuestión está en la habilidad que se tenga”.
El asunto sin embargo, no es simple, pues cada signo obtenido mediante la aplicación de algunos de estos métodos puede tener varias interpretaciones.
La explicación de estas “letras”, odus o ikaies, se produce a través de fábulas y mitos que encierran su sentido.
Pero cada uno puede tener varias historias, de manera que su significado varíe o se enriquezca.
En el caso del okpele, el número de combinaciones o signos se eleva a doscientos cincuenta y seis.
Si se considera que por cada uno pueden existir varias historias explicativas, se comprende la habilidad y memoria que debe desarrollar el ejecutante a la hora de manipular este oráculo.
Oshún Coladdé, por su parte, opina que ahí es donde radica el mérito o sabiduría del sacerdote: “Para descifrar el futuro hace falta tener mucho aché (poder). Si no, la cosa no tendrá su gracia”.
“El obí, no obstante -continúa refiriendo la testimoniante- es el más sencillo de todos, aunque no tanto como piensan algunos por ahí”.
Eruabbá es otra iyalocha iniciada en la liturgia de Ocha hace cinco años. Ella tiene un método recién aprendido para utilizar el obí:
“Se cogen cuatro pedazos de la parte de adentro del coco, se lanzan al suelo y según caigan con la parte de masa blanca o la cáscara para arriba, así será la respuesta del Santo”.
“Antes de consultar el obí hay que moyubar (rezar o rogar) a los muertos: Ibaé, baé, bayé tonú, fulano -y se menciona el nombre del difunto que uno quiere convocar-; ibaé, baé, bayé tonú, Mengano -el otro difunto-; así por cada muerto que uno quiera llamar”.
“Luego hay que moyubar a los mayores vivos, los superiores en el santo: Kienka maché, Fulano -y se cita el nombre del primer mayor vivo-; kienka maché, el segundo; así hasta mencionar a todos los mayores vivos que uno tenga”.
“Hecho todo esto se le explica al santo lo que uno quiere. Si es a Elegguá, a Elegguá ; si es a Obbatalá, bueno, a Obbatalá: Obbatalá, mire, yo vengo a consultarle sobre tal cosa, y quiero saber su respuesta.
Aquí es necesario explicarlo todo muy bien, porque el obí nada más que puede responder con cinco palabras”.
Según el escueto vocabulario del obí , si al lanzar los cuatro pedazos de coco, éstos caen con la parte de la masa blanca hacia arriba, esto es Alafia, respuesta afirmativa a lo preguntado.
Si por el contrario, uno cayera invertido, esto es Otawo, y no es una respuesta firme, precisa; así que hay que repetir el intento por una respuesta más definitiva.
Ellife es la respuesta que significan dos cocos invertidos, y también expresa asentimiento o permiso.
Tres cocos invertidos y uno con la masa hacia arriba es Ocana, resulta una contundente negativa.
“Cuando los cuatro cocos caen boca abajo -explica Eruabbá – la cosa se complica. Oyekún es una respuesta muy compleja; así que hay que averiguar qué significa, preguntando a través del propio Obí “.
Aunque para esta testimoniante el oráculo del Obí resulta extremadamente sencillo, investigaciones realizadas por estudiosos como T.D. Fabelo y Lidia Cabrera, refieren largas y complejas operaciones para la liturgia del Obí.
Y es que el nivel de complejidad posible para cada uno de estos oráculos depende en buena medida de la imaginería del ejecutante; quizás eso a lo que Oshún Coladdé llama aché …
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