Acabo de enterarme de algo que quiero compartir con ustedes: ¡Han reabierto el Sloppy Joe’s! -muy cerca del Parque Central-, un santuario de la vida bohemia habanera de los años ’50.
Durante más de medio siglo, el Sloppy permaneció con sus persianas metálicas bajadas y un insoportable olor a orines recorriendo su amplio soportal. Tanta desidia no era gratuita. Sobre el Sloppy planeó siempre la sospecha de ser antro de gringos y marines que debía ser borrado de la memoria de los habaneros, por más que allí, además de Hemingway y los ingleses Noel Coward y Sir Alec Guinness, también acudían artistas cubanos de todas las clases.
De niño mi padre me llevaba a veces, y mi última Coca Cola en Cuba me la tomé en el Sloppy Joe’s, seguramente una mañana de domingo. Recuerdo su barra de caoba de 18 metros de largo a la que los cubanos, adictos a los records como siempre, afirmábamos que era la más larga de Suramérica. No lo sé, y no creo que nunca nadie se haya tomado el trabajo de salir de gira con una cinta métrica por el subcontinente suramericano a comprobar si esto es cierto o no.
Si va a La Habana no se pierda este bar que, según me cuentan, ha sido totalmente remozado de acuerdo a su estilo original. La consumición por persona, con bebida y sándwich, ronda los 13 dólares, algo caro diría yo. Pero si es como dicen, creo que vale la pena.
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