lunes, 16 de diciembre de 2013

EL CEMENTERIO DE COLÓN


 Obra de Mariano Benlliure

 Panteón en el que descansan los restos de Catalina Laza y Juan Pedro Baró

 Detalle de la puerta del panteón tallada por René Lalique

 Panteón en restauración

 Entrada principal y pórtico del cementerio de Colón

Guardia de seguridad con prismáticos vigilando en la zona oeste del cementerio


    Más de uno se ha preguntado porqué en este cementerio, “de Colón”, no está Colón; pero eso lo dejo para otra entrada de este blog.
Localizado en la zona de El Vedado y con una extensión de 56 hectáreas, a él no acuden solamente dolientes. También los hay transeúntes y visitantes que practican el llamado turismo funerario tal como se hace en el Pere Lachaise o el Montparnasse, en París; High-gate, en Londres, Novy Zidovsky Hrbitov, en Praga o el de la Almudena, en Madrid. Salvo en las canteras de Carrara, no creo que haya tal concentración de este tipo de mármol en ninguna otra parte del mundo como en el cementerio de Colón.
Soy de los que entiende que no hay ciudad, sociedad o civilización que no pueda ser interpretada y valorada a través del arte funerario de sus necrópolis. El cementerio de Colón es la más irrefutable prueba del magnífico esplendor que tuvo La Habana y sus tremendas diferencias sociales.
Aquí hay tumbas, criptas, panteones y mausoleos con todos los gustos habidos y por haber: los hay sobrios, de buen gusto, pero también los hay alzados sobre la vanidad y el oropel que contenta a los vivos más que dedicados al respetuoso recuerdo de los muertos.
Las tumbas de las familias acaudaladas y los prohombres de Cuba se encuentran, en su mayoría, en la avenida principal por la que se aboca al caminante apenas entra por el pórtico principal de la necrópolis, por la calle Zapata.
Una de las esculturas funerarias que vale la pena admirar en este cementerio es obra de Mariano Benlliure, el escultor preferido por la Restauración, el movimiento político con impacto en lo artístico que se alzó sobre las ruinas de  la fracasada primera república española.
La obra fue encargada por una rica familia habanera, los Zayas Bonet, y representa un Cristo en actitud de abandono que mira al cielo mientras asciende a él. Si mal no recuerdo, esta pieza funeraria se titula "Cristo en ascensión", y es digna de coronar algo mejor que la ridícula pirámide que es el panteón de los Zayas Bonet. Pero así son las cosas en este cementerio.
Ahora mismo, la administración del cementerio y la Oficina del Historiador de la Ciudad restauran algunos de los panteones principales, muchos de ellos, casi todos, sin familia que los atienda luego del éxodo de la burguesía cubana.
Desde que se autorizó en la isla la compra y venta de casas y otros inmuebles, se ha reactivado el mercadeo de tumbas y panteones en el cementerio de Colón. También han ocurrido robos y saqueos de panteones con el fin de apropiarse de obras de arte funerario y hasta de restos humanos que los llamados “paleros” emplean en sus rituales religiosos. Es esta la razón por la que el visitante verá, en su paseo por este lugar, un notable número de guardias de seguridad.
El cementerio cuenta con servicio de guías multilingüe para los turistas extranjeros que deberán pagar por acceder al cementerio.

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