miércoles, 22 de mayo de 2013

TRINIDAD, LA PERLA ROMÁNTICA DE CUBA








Trinidad es sin dudas después de La Habana la locación más fotografiada de toda Cuba. Y es también uno de los conjuntos arquitectónicos más antiguos y mejor conservados del Caribe.
Durante el siglo XVI, XVII y parte del XVIII, los trinitarios, en tierra de nadie, aislados y equidistantes tanto de La Habana como de Santiago de Cuba, los dos centros militares en que se dividía la Cuba colonial, vivieron a su aire, sin leyes ni cabildos, ajenos a las trabazones administrativas que impedían su libre comercio de “rescate” con bucaneros y piratas.
Cuando toda Cuba comerciaba a los precios forzados de la Casa de Contratación de Sevilla en virtud del monopolio comercial decretado por la metrópolis a favor de los puertos de Sevilla y Cádiz, Trinidad era un centro de intercambio incontrolado y barcos de otras banderas anclaban descaradamente en la cercana bahía de Casilda para realizar contrabando.
Si se fijan en el cuartón inferior izquierdo del escudo trinitario, verán una escena en la que aparecen contrabandistas con sus mercaderías esperando el atraque de un velero. Es el reconocimiento a una actividad que está en los orígenes de una de las más antiguas villas de América.
Pero en la primera mitad del siglo XIX, los trinitarios redirigieron su actividad comercial a favor de una nueva y prometedora industria, y todo su valle se convirtió en uno de los principales productores de azúcar del mundo.
Sin embargo en 1979 cuando la visite por primera vez la realidad de Trinidad era otra y de próspera villa se había convertido en un pueblito cubano más.
Aún así la envergadura de sus casonas caídas en el descuido, los viejos patios diseñados para el cultivo de la sombra y la siesta de sus dueños y en los que el pragmatismo de las matas de plátano vencía definitivamente la belleza del rosal, en el servicio de café incompleto que se hacía servir para las visitas con cucharillas de plata, evocaban un próspero pasado.
Trinidad fue redescubierta en los ‘90s gracias a la llegada del turismo internacional a la isla. Sus calles sembradas de chinas pelonas, sus arquitectura romántica, los balaustres torneados de sus ventanas pintadas con vivos colores, sus casonas restauradas y la gente de este pueblo que aún se mueve a caballo, animan al visitante en la creencia de pisar un trozo de pasado.
Desde Trinidad es posible organizar excursiones a Topes de Collantes, en el macizo montañoso del Escambray, al centro de la isla y reservorio de la naturaleza subtropical de la zona. O viajar en barco hasta Cayo Blanco, a una hora de travesía. O disfrutar de un baño en las cálidas aguas de Playa Ancón.  En mi opinión, Trinidad es el pueblo donde se come la mejor langosta de Cuba.

Para acceder a excursión Habana-Trinidad-Varadero, clique aquí

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