Lo
mismo que Barcelona con sus estatuas vivientes de La Rambla, La Habana cuenta
con personajes -eso sí, ambulantes- que aparecen al doblar de cualquier esquina del casco antiguo de la ciudad.
Al igual que en Barcelona, estos personajes
han de tener una licencia y pagar sus impuestos. Su principal objetivo es
llamar la atención de los turistas que le tomarán fotos orgullosos de su ojo
para descubrir personajes, pues ocurre que estos comediantes no se maquillan, son
así, así viven entre sus vecinos y parientes, algunos siquiera usan otras ropas
que no sean las suyas habituales, sobre todo los hombres, pues las mujeres –casi
todas negras y mulatas- suelen
disfrazarse a la usanza habanera del siglo XIX, en tanto ellos se dejan crecer la
barba o el bigote para explotar un parecido físico con algún personaje famoso.
Así me encontré con un Hemingway y también con un demacrado y ecléctico Fidel
que fuma en pipa a lo Popeye y usa boina a lo Ché Guevara. Al igual que en
Barcelona estos personajes viven de lo que la gente quiera darles.
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