Después de la pelota (baseball) es el segundo pasatiempo nacional. No hay cubano que vaya de vacaciones a la playa y no cargue con su cajita repleta de fichas. Tampoco quien llegada la jubilación resista la tentación de pasar las horas muertas junto a la mesa de dominó. A quien abriendo el juego lanza el doble nueve, se le llama “botagorda” y se le tiene por inexperto, a veces por cobarde. Pocas cosas hay tan vergonzosas para el cubano como recibir una rotunda “pollona” en este juego, que es decir, no anotarse ni un tanto. La “pollona” se convierte entonces en un asunto de honor para el jugador. En estos casos el vencedor ha de conceder a su contrincante una oportunidad de reivindicar su buen nombre y reiniciar otra partida. Alguna vez ha ocurrido que tras recibir cuatro “pollonas” consecutivas, el infeliz opta por mudarse de barrio.
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