El modo más seguro de hacerse un lugar en la lista de pesaos en Cuba es entrarle mal a los cubanos.
Imaginemos que la Tierra es el planeta Cuba, y que cada uno de nosotros, a bordo de una nave espacial, intentamos acubizar. El éxito de esta operación dependerá, tal y como sucede en la aeronáutica espacial, del ángulo de inclinación con que nos acerquemos al planeta.
Si viajamos con preceptos excesivamente rígidos, tales como “vengo del primer mundo y todo lo que no encaje en mi mundo no sirve para nada”, su nave (A) estará describiendo una trayectoria de acercamiento frontal con la atmósfera que envuelve el planeta y que le pulverizará apenas entrado en ella. Su viaje habrá terminado en un perfecto fracaso.
Si por el contrario, su trayectoria es excesivamente tangencial (nave B) o del tipo “me importa un bledo la isla, lo mío es tumbarme al sol y olvidarme de todo lo demás”, jamás logrará ingresar al planeta. Su atmósfera le repelerá y le enviará directo a un viaje infinito hacia la ignorancia total. Su viaje a Cuba carecerá de significado.
La mejor manera de entrarle a Cuba, de conseguir una estancia agradable y enriquecedora, es seguir una trayectoria intermedia entre las dos descritas (nave C): hacerlo con la debida disposición mental, respetuosa e inteligente ante lo desconocido que le resultará la desconcertante cotidianidad en la isla.
Porque entre los cubanos todo tiene una explicación, una razón de ser que muchas veces puede que no sea la suya, pero es la que funciona en la isla, para bien o mal, y que en todo caso es la que han elegido, o la que no han tenido más remedio que elegir y que Ud. no les podrá cambiar.
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