sábado, 23 de marzo de 2013

TURISMO DE BRONCEADOR

    Algunos suelen mirar por sobre el hombro al turismo de bronceador, lo consideran ocioso y poco interesado por otras cuestiones como pudiera ser la gente o la cultura del país donde se practica.
En general, al turista de bronceador se le presume elitista, narcisista y, por qué no decirlo, hasta un poquitín tonto; pero, ¿es esto justo?. Quienes así piensan están condenando el soberano derecho que tiene una persona a tumbarse sobre la arena bajo el sol el primer día de sus vacaciones, y levantarse de ella el último día, cuando el botones del hotel le ponga las maletas en el maletero del coche.
Varadero es un excelente sitio para la práctica del turismo de bronceador. Con sus grandes hoteles resorts todo incluido, el turista interesado sólo tiene que comer, beber y tumbarse cada día al sol sobre una arena finísima y cálida, lejos de los cubanos y sus trajines: su música, sus conversaciones en voz alta, sus comidas grasientas, sus bailes y sus carcajadas. Lejos de todo eso… ¡Puaf!
El turismo de bronceador es propicio para la meditación contemplativa, la introspección y el budismo de playa. A cambio de esto, el practicante de esta modalidad puede que obtenga  respuestas a sus preguntas, o no, puede que se encuentre a sí mismo, o puede que no, que eso dependerá de lo que se pregunte o de lo bien que se amague de sí mismo; eso sí: garantizado que con todo ese tiempo inmóvil bajo el sol, el tursita de bronceador conseguirá un envidiado color inmigrante que le habrá costado una fortuna.

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